Extrañeza de partida
Covadonga Blasco Veganzones
Víctor Cano Ciborro
Unidad Docente. Darío Gazapo
El programa es el primer ensayo del alumno mediante el cual tomará conciencia de que su trabajo servirá para materializar espacios que alberguen las acciones que otros le proponen. El programa es entonces el transvase entre las palabras y el dibujo, que volverá de nuevo en otro lenguaje al cliente.
Durante este cuatrimestre, cada alumno decidiría el programa a desarrollar en un lugar común a todo el grupo. El programa como proyecto constituye en sí un ejercicio de dos semanas, donde el alumno mide, ordena, y busca las relaciones diagramáticas que pueden darse entre los diferentes espacios. Se considera el ejercicio más importante del curso, pues es la verdadera proyección de cada uno de ellos en el lugar, y tienen, por tanto, la oportunidad de poder hacer crecer su interés ante una disciplina ajena a lo intrínsecamente arquitectónico.
La propuesta de espacios banales, al uso, y estandarizados, denota lo alejados que se sienten los alumnos de la realidad que afrontarán, pues la relectura del programa es parte de la formación de los nuevos arquitectos. Al igual que Tschumi, la extrañeza como punto de partida sería la mejor estrategia para comenzar un proyecto donde todas las limitaciones programáticas vienen del alumno. No nos cuesta ver una foto, e imaginarnos usos que nada tienen que ver con la vida cotidiana de los espacios. Experimentamos hibridaciones, restauraciones. Ya hemos superado el museo dentro de un hospital, el arte en un matadero y el colector social en un solar abandonado.
El programa se define como algo otorgado, ajeno a aquel que da una respuesta para alcanzar su materialización espacial. Pero es ahora, donde la ausencia de este, nos lleva a someternos a nosotros mismos a la extrañeza de aquello que nos rodea, de conseguir alejarnos de nosotros mismos para proponer, y que sea ese proponer el proyecto arquitectónico. El programa es una narración de la actividad, el deseo espacial que otros han pensado anteriormente. La educación del arquitecto desde la perversión programática quizá nos lleve al encuentro de nuestro sentido más común, lograr concretar propuestas que conllevan un reparto sensitivo que aporte más a aquellos que ocuparán los espacios propuestos.