UD Miranda-Pina
En su artículo otra modernidad, Moneo plantea una categoría que tiene que ver con la diferencia entre la arquitectura “moderna” y la de nuestros días: «la indiferencia de la arquitectura contemporánea frente al programa y la función».1
Tal como apunta Rem Koolhaas en Delirio «la indeterminación del rascacielos sugiere que en la metrópoli no se corresponden funciones específicas con lugares precisos».2 Koolhaas considera que en los edificios hay una disponibilidad a negar lo específico. Su arquitectura está muy ligada al programa, entendido como categoría que genera edificios imprecisos y abiertos. Esta condición de inestabilidad absoluta, invalida la relación causal función – forma de la arquitectura moderna, ya que a diversas funciones no les podría corresponder una misma forma. Lo que Koolhaas evita es una excesiva dependencia del programa, distanciando la relación entre la función y lugar, que le lleva a plantear paradójicamente la contradicción entre programa y arquitectura «Un máximo de programa y un mínimo de arquitectura».3
Parece que Koolhaas plantea una «no-arquitectura», una estructura genérica que al igual que el rascacielos sea capaz de absorber cualquier uso y una serie interminable de significados.4 La neutralidad se presenta por tanto como categoría espacial contemporánea.
Podríamos decir que la arquitectura contemporánea es capaz de plantear objetos capaces de asumir, en su condición abstracta, cualquier programa. Estamos en un tiempo en el que el cambio se va sucediendo continuamente y, al igual que muchos de los edificios existentes, los modelos docentes se convierten en obsoletos con mayor rapidez.
Al mismo tiempo, las acciones, procesos y resultados arquitectónicos se intersecan con un enorme rango de ámbitos, parcelas y dominios del conocimiento no relacionados. Esto nos obliga a una permanente revisión de los márgenes de la disciplina, pero sin dejar de lado la esencia misma de la profesión, construir, que siempre requerirá de gran concentración y rigor. Ser, por tanto, intelectuales y constructores.
La cuestión sería (ya lo planten MVRDV en su “mezclador de funciones” 5): ¿qué modelo docente servirá para crear un aprendizaje vivo en el que diversas estrategias puedas coexistir y estar íntegramente conectadas y adaptarse a tiempo a los cambios? Un modelo que ofrezca soluciones adecuadas a las complejas exigencias de los cambios constantes.
Esto supone una revisión de las herramientas proyectivas. Una reflexión sobre la especificidad arquitectónica frente a la incertidumbre controlada. La arquitectura ya no responde sólo a espacios cualificados, sino a la sistematización de espacios genéricos que garanticen una estructura (coherencia) común, y proporcionen una incertidumbre controlada, una combinación entre libertad y orden.
El planteamiento de un programa arquitectónico debería por tanto conducirnos a esa aparente contradicción. Mantenerse siempre en un estado de excitación, de radicalidad, de cuestionamiento y desestabilización de lo establecido, pero sin rechazarlo. Aplicar lo que nos expone Beatriz Colomina; asumir que el contexto social y político y los condicionantes exteriores, marcan nuestra aproximación al conocimiento arquitectónico, y por lo tanto deben condicionar nuestra aproximación a la pedagogía arquitectónica.
1 MONEO, Rafael. Otra modernidad pág.50
2 KOOLHAAS, Rem. Delirio de Nueva York: un manifiesto retroactivo para Manhattan. Gustavo Gili 2004. pág.312
3KOOLHAAS, Rem. Small, medium, large, extra-large: Office for Metropolitan Architecture: Rem Koolhaas and Bruce Mau. Monacelli Press. 1995.
4MONEO, Rafael. Inquietud teórica y estrategia proyectual: en la obra de ocho arquitectos contemporáneos. Actar. 2004.
5MVRDV. «El mezclador de funciones». El croquis 111, pag 26.
Berta González
Rosa Ballester
Daniel Sacristán